jueves, 28 de abril de 2011

Inventarios: una obra para desnudar el alma



Foto: Alejandra López
Un inventario es un recuento de cosas inútiles. Inútiles las cosas y el recuento también porque sabemos que lo que se va ya no vuelve y lo que se va de cada cosa somos nosotros mismos, esos que fuimos y ya no somos ni seremos. 

Borges, que casi todo lo dijo siempre mejor que nadie, escribió: “¡Cuántas cosas, / láminas, umbrales, atlas, copas, clavos, /nos sirven como tácitos esclavos, /ciegas y extrañamente sigilosas! / Durarán más allá de nuestro olvido; /no sabrán nunca que nos hemos ido.” 

Estamos condenados al olvido (las cosas no) e inventariamos para perdurar, para que todo yo esté incluido en todas y cada una de mis cosas. 

Jacqueline Mettetal (Verónica Pelaccini), Bárbara Fesselet (María Laura Santos) y Ángela Rougeot (Malena Solda) fueron elegidas para una competencia televisiva donde deberán inventariar sus vidas a partir de un objeto (en el trascurso de la maratón televisiva aparecerán otros): una palangana, una lámpara y un vestido del 54´ testifican una existencia, una historia pasada, una perdida, la muerte y el olvido. 

Hablar sin parar es la idea, decirlo todo sin perder detalle, desnudar el alma, contar hasta lo difícil de creer y fácil de inventariar. Esas tres mujeres francesas intentan así un frenético retrato, una semblanza pormenorizada para convencer cueste lo que cueste, para dar cuenta de su paso por la vida, para huirle a la soledad. 

Lo curioso es que el deseo de permanencia tenga lugar en el paraíso de lo efímero, que no es precisamente la televisión sino ese formato tan particular conocido como “reality show” donde hoy no sos y mañana (¡ay!) tampoco. Cada participante no duda en mostrar sus miserias ante los espectadores y piensan (como muchos) que salir en la televisión diciendo cualquier cosa (todas las cosas) les otorgará un rinconcito de privilegio en la sociedad del espectáculo, aunque lo que vemos (nosotros lo sabemos bien) es patético y denigrante. 

Un presentador disparatado y absurdo completa el elenco de este show. Eva- Igor (Alfredo Staffolani) representa al típico conductor sin escrúpulos que es capaz de todo por un punto de rating, simula una constante falsa alegría y es el dueño del tiempo de la palabra, medido, por supuesto, en términos de pauta televisiva. 

Inventarios trabaja la contradicción entre historias fuertes de vida y la banalidad de un formato que condena al olvido, un segundo después de apagada la cámara; cuestiona la imperiosa necesidad de decirlo todo, los difusos límites entre lo público y lo privado y el desprestigio de la palabra en pos de un efecto, de un golpe bajo.

Philippe Minyana dijo alguna vez que su mayor inquietud es captar la desazón del hombre que está aquí, sobre la tierra. Algo de eso logra con Inventarios, que quizá no sea su mejor obra, pero tiene una gran virtud: es un texto para que los actores se luzcan. Gran mérito el del director Gonzalo Martínez que supo elegir a estos cuatro actores que brillan por sus actuaciones, su verborragia, lucidez y gran presencia en escena. 

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