La producción dramática del francés Philippe Minyana parece instalarse en Buenos Aires tras la sólida puesta de “Inventarios”, ahora en cartel. Aquí, el autor habla de sus procedimientos a la hora de escribir un teatro de investigación en la era de los Realities.
Por Susana Villalba para Revista Ñ
En el Centro Cultural Konex se estrenó recientemente Inventarios, pieza del francés Philippe Minyana, con dirección de Gonzalo Martínez, excelentes actores y un importante trabajo visual y sonoro diseñado por Ian Kornfeld. La obra es de 1987 y por entonces el Entrevistador representaba a quien acercaba las voces del coro de anónimos, un resabio del mensajero griego, según el autor. Dados la actual relevancia de los medios y el boom de los reality show, Gonzalo Martínez lo convierte en quien manipula y administra los relatos. Otra vuelta de tuerca, una reinterpretación sobre el teatro europeo de actor a público más que de personaje a personaje. También elige este director que sea evidente la mediación de actrices, ya que no dan el physique du rol de las personas reales que originaron los textos.
Inventarios se inscribe, según reconoce Minyana, en el auge en Europa de un teatro documental de casos no extraordinarios, lo que luego entre nosotros derivó en la idea de Biodrama. En Minyana con una mirada más política, sin llegar a ser un teatro político, pero incluyendo noticias de los diarios o con obras basadas en entrevistas a obreros de Peugeot (Habitaciones, en 1986) o a partir de reportajes a viudas de ex combatientes (Sala de fiestas, en 1995). Además, Inventarios se inspiró en el trabajo del artista plástico Christian Boltanski: Inventario de objetos que pertenecieron a una mujer que vivió en Bois-Colombes. Boltanski tomó objetos cotidianos abandonados al fallecer una obrera; las huellas de la guerra en esos recuerdos ordinarios era evidente, Boltanski los enmarcó y exhibió: una dimensión ontológica surgió de lo aparentemente simple y cercano. Así son los textos de Minyana, que venía entrevistando por radio a personas de la localidad para que contaran sus historias. Convocó entonces a tres actrices pero a la vez buscó sus “dobles” (una vecina, la madre de un amigo y la madre de una de las actrices) y, poniendo como centro objetos que tuvieran relevancia para ellas (la palangana, la lámpara y el vestido que son ejes en la obra), grabó en varios encuentros sus relatos de vida. Luego transmutó todo a literatura.
Inventarios no es precisamente realista ni lo es su efecto, debido a su forma. Es una pretensión de que el actor sea la presencia física del misterio existencial oculto en el lenguaje cotidiano. Para lograrlo, este autor escribe a mano, o sea “con todo el cuerpo”, y en el caso de Inventarios sin puntuación, para que cada actor, dice, encuentre por sí mismo la energía de la palabra y así pueda transmitirla con verdad. Además, pensando a cada hablante como instrumento que agrega su tono, su modismo particular según región y clase social. Y buscando que el ritmo de las palabras genere una partitura.
Inventarios, en la realización de Jacques Renard, fue llevado a la televisión en 1991.
Nacido en Besançon en 1946, Philippe Minyana siempre quiso hacer teatro. Como dramaturgo, comenzó acercando uno de sus textos al Teatro Abierto, sala que funciona como movimiento de nuevos dramaturgos y directores; posteriormente llegó a dirigir y coordinar allí el ciclo Teatro en construcción y fue autor asociado; ese complejo teatral le dedicó una de sus publicaciones. También actor, director y dramaturgo de libretos de óperas y piezas radiofónicas, reconoce entre sus influencias a Beckett, Bernhard y Handke, no sólo por el trabajo con el lenguaje y la relación musical entre las palabras, también por la falta de intención sicológica o sociológica y por la exposición filosófica del desconcierto y la fragilidad humanos. Además, realizó adaptaciones de clásicos como El príncipe constante, de Calderon de la Barca, y El cerco de Numancia, de Miguel de Cervantes. De sus casi 40 piezas escritas, conocemos pocas en el país. Minyana nos visitó en 2001; entonces fueron semimontadas André, Volcán (con referencias a Fedra ) y La casa de los muertos, por Francisco Javier; esta última además publicada por Eudeba. Los varios textos de Dramas breves 1 y 2 fueron organizados en un espectáculo unitario por Daniel Veronese.
Inventarios fue encarada por Laura Yusem y luego incluida en los dos volúmenes de Editorial Atuel que compilan los ciclos Tinta Fresca . Minyana llegó acompañado por la investigadora y traductora Francoise Thanas y por el director Roberto Cantarella, con quien conforma desde hace años un equipo en el Teatro Dijon-Bourgogne, donde forman actores y difunden dramaturgias contemporáneas. Luego, en el ciclo Tinta Fresca de 2005, se representó Minyana sobre Francia .
Foto: Alejandra López |
A la distancia
Con la colaboración de Mónica Espina, argentina residente en Francia que ha montado allí algunas obras del autor, realizamos esta entrevista a distancia. Las preguntas giraron en torno a características de los textos difundidos aquí. Pero es importante aclarar que la escritura de este autor es muy vasta, siempre experimental y distinta.
El Entrevistador tiene un lugar importante en sus obras, en “Inventarios”, en algunos de los “Dramas breves”...
En Dramas breves 2 una entrevistadora escucha a dos personajes extraños. Es menos la función de la entrevistadora lo que me interesa que la intrusión, en una pieza de teatro, de un elemento singular que cohabita con otros elementos igualmente singulares: una señora mayor que va y viene, el hombre enamorado... Es un intento de interceptar, de manera general, lo extraño de lo ordinario. Una entrevista logra capturar lo real pero es siempre la sorpresa, a mi modo, de lo real lo que me interesa.
La guerra también tiene una presencia relevante.
Durante un período de mi escritura, del 87 al 90, quería explorar este tema que me parecía inevitable en la literatura teatral. Es uno de los temas fundantes. Se trataba sobre todo de trabajarlo precisamente como tema universal, no en particular nuestra guerra de ese pasado inmediato. El tema de la guerra permite una escritura épica, abierta.
Cada personaje hace su monólogo y no es frecuente el diálogo ni el conflicto entre dos.
Esto también es muy de la primera parte de mi obra, los años 80 y 90, la escritura rechaza la psicología, el conflicto íntimo. Funciona más bien como un poema dramático. Rompe con el sistema anglosajón, el teatro de cámara. Lo recitativo reemplazó la forma clásica “yo te hablo, tú me respondes”. Actualmente intento “trenzar” los diálogos. Es un diálogo perturbado, que salta de un tema a otro. Un principio de realidad, como en la vida, que suscita humor. Los diálogos son sobre todo partituras.
Hay un protagonismo de los objetos, cartas, fotos...
Objetos, fotos, cartas, vuelven a menudo. Huellas, recuerdos, el pasado, el presente. Testimonios indispensables. Me gusta que el teatro convoque los mismos elementos que las artes plásticas. La obra de teatro es como un paisaje heterogéneo y variado.
¿Cómo imagina la representación de sus obras?
La escritura, desde el comienzo, introduce la representación. La didascalia se vuelve texto. Y el texto y las réplicas van ensamblados. Ahora acabo de escribir “relatos-teatro”. Las fronteras ya no existen. Son las formas que acompañan, modelan e identifican mi escritura.
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